
Entendemos nuestros equipamientos como laboratorios de lo público, lo que implica reconocer que no somos infalibles como institucionalidad, que el conocimiento es algo que se produce colectivamente, y que al construirse, genera nuevas comprensiones y nuevas formas de relación con lo público, ya no como aquello dado que se supone es de todos, sino como algo propio, y por tanto, hay que cuidar y defender.
Esto es lo que da valor al proyecto, pues este termina dotando de sentido la presencia de la infraestructura, definiendo los equipamientos, no como edificios o espacios que ofrecen servicios, sino como plataformas de ciudad que constituyen una una forma de expresión entre los territorios, entendiendo que los objetivos y desarrollos corresponden a procesos y necesidades colectivas, y no al contrario. Así, abrimos paso al intercambio de saberes, metodologías y experiencias que derivan en nuevas formas de aprendizaje.